El presidente estadounidense Joe Biden se abstuvo de implicar de manera directa a las fuerzas armadas de su país en la guerra en Ucrania. En esta crisis, Estados Unidos puso en marcha “su maquinaria de influencia” que abarca desde la posibilidad de presionar para aislar internacionalmente a Rusia hasta la capacidad para convertirse en el principal soporte del Gobierno de Zelenski, como de hecho está sucediendo. Estados Unidos ya aprobó el envío de U$S 6.400 millones para fortalecer a Ucrania e inició los trámites legislativos para remitir U$S 10.000 millones adicionales con el fin de financiar las acciones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); incrementar las tareas de inteligencia y de ciberseguridad; satisfacer el pedido de armas de Zelenski y otorgar ayuda humanitaria a las poblaciones desplazadas por el conflicto.
Proliferan las iniciativas de apoyo
La causa ucraniana gana simpatías y se convierte en una bandera internacional. Así como las noticias dan cuenta de grandes actos de respaldo, por ejemplo, la determinación de la FIFA que preside Gianni Infantino de excluir a la selección rusa del Mundial de fútbol de Qatar 2022, también se multiplican los pequeños gestos de solidaridad. Las redes sociales fueron inundadas por los restaurantes y heladerías -incluso de la Argentina- que eliminaron la crema rusa y la ensalada rusa de sus menúes, y por usuarios que colocaron la bandera de Ucrania en sus perfiles. A esto se suman las colectas destinadas a migrantes y refugiados, en especial de organismos multilaterales como Unicef y Acnur, y de ámbitos religiosos (Agudath Israel of America, una entidad de la comunidad judía ortodoxa de Nueva York, reunió más de U$S 2 millones para auxiliar a ucranianos). El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional también facilitarán fondos al Gobierno de Zelenski.
La condena del foro internacional
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), institución creada tras la Segunda Guerra Mundial, activó sus mecanismos de alerta máxima ante la que quizá sea la amenaza más significativa para la seguridad internacional desde el siglo XX. El miércoles, el órgano más representativo de la ONU (reúne a los 193 países miembro), la Asamblea General, adoptó una resolución que deplora la agresión rusa, y reafirma la soberanía, independencia política e integridad territorial ucranianas. El texto exige a Rusia revertir el reconocimiento de la independencia de Donetsk y Luhansk. La resolución prosperó con el voto favorable de 141 países -incluida la Argentina- mientras que cinco se pronunciaron en contra (Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea) y 35 se abstuvieron, entre ellos, China, Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela. “El mensaje es claro: las hostilidades contra Ucrania deben terminar de inmediato”, expresó el secretario general, António Guterres. El viernes y también con el respaldo argentino, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU dispuso la creación de una comisión de investigación independiente para esclarecer las presuntas violaciones de los derechos humanos cometidas durante el transcurso de la agresión de la Federación Rusa contra Ucrania.
A la caza de los oligarcas
La guerra en Ucrania desató la persecución de los magnates rusos. Estos multibillonarios no estaban exentos de cuestionamientos por el origen de sus fortunas y las sospechas de corrupción, pero los gobiernos los recibían con los brazos abiertos o miraban hacia el costado. La tolerancia habría acabado en virtud del esquema de sanciones aplicadas al establishment de Rusia: se trata de castigos que impiden a sus destinatarios moverse internacionalmente; que congelan negocios y activos, y que hasta podrían traducirse en procesos penales, según el Departamento de Justicia estadounidense, que creó una unidad especial (la “Task Force KleptoCapture”) para perseguir a los oligarcas. “Buscaremos hasta abajo de las piedras en nuestros esfuerzos por investigar, arrestar y acusar a aquellos cuyos actos criminales facilitaron a Rusia continuar con esta guerra injusta”, proclamó el jefe del Departamento, Merrick Garland. La promesa de castigos alcanzaría al patrimonio de Putin, quien tendría bienes de gran valor fuera de su patria. El jueves, el Departamento de Justicia informó que había imputado crímenes de guerra a un productor de televisión del oligarca Konstantin Malofeyev, quien sería un financista de las operaciones de desestabilización rusas en las regiones separatistas de Ucrania. La presión obligó al oligarca Roman Abramovich a comunicar su intención de deshacerse del Chelsea, equipo de la Premier League inglesa.
Segregación espacial
La decisión de los aliados de Ucrania de romper lazos con Rusia surte efectos hasta en el plano de la exploración espacial. La firma británica OneWeb decidió que prescindirá de los cohetes rusos que iba a utilizar para lanzar sus satélites (tiene más de 400 en órbita): Roscosmos, por su parte, la agencia del país de Putin que fabrica y comercializa los artefactos descartados, manifestó que dejará de hacer negocios con Estados Unidos. Estos giros obligarán a replantear las sociedades internacionales que hasta aquí rigieron la política aeroespacial: los especialistas consideran que la ruptura de los acuerdos tecnológicos supondrá atrasos significativos para los proyectos en marcha y en estudio, y hasta podría llevar a la bancarrota a las empresas de los países pro-Ucrania afectadas por la rescisión de los contratos, pero que Rusia pagará el costo más alto, en especial en el desarrollo de los viajes privados al espacio.